Mission Bite #189: Kind Eyes

Just before all the coronavirus restrictions came into effect, I traveled to Mexico. Things went smoothly just as I had prayed. Then on my return home, I had a problem. After leaving customs and entering the security area for my connecting flight, I realized I had left my cell phone in customs.

Returning to the door of the customs area I saw 3 security workers. They gave me my cell phone. I ran back to the gate. I had missed the plane by 7 minutes. The next flight was 6 a.m the next morning. It was almost 9 p.m. I decided to spend the night at the airport. I needed something to eat. I went into a small fast food place. The waitress had a big smile and kind eyes. I told her my story. After I finished, I saw two young men about my son’s age looking at us. They had been listening to my story. They also had kind eyes.

These eyes of compassion brought strength to my soul. They weren’t offering me a bed for the night or even conversation, but there was something about these eyes that spoke encouragement.

I continued to see these same compassionate eyes in other faces that night. Eyes of fellow travelers stranded like I was, and eyes of the homeless in the airport. It was an experience for me. I could have gone to a hotel but I’m glad I didn’t.

I entered briefly into the place of vulnerability and homelessness where many who are traveling as refugees and immigrants remain not for one night, but sometimes many years.

God answered my prayer for a "good trip." I learned the value of compassionate eyes. Perhaps this was preparation for the situation we are in today with COVID-19…multitudes thinking their “good trip” has gone haywire. May God give us His compassionate eyes and may we use them to strengthen those who are in difficulty. (1 Corinthians 13: 4-8).



-Pat, CBF field personnel serving with Persian speakers

Ojos amables

Justo antes de que entraran en vigor todas las restricciones de coronavirus viajé a Mexico. Tal y como habíamos puesto en oración las cosas salieron bien. Pero a mi regreso a casa tuve un problema, después de salir de la aduana e ingresar al área de seguridad para mi vuelo de conexión, me di cuenta que había dejado mi teléfono celular en la aduana.

Al regresar a la puerta del área de aduanas vi a 3 trabajadores de seguridad y ellos me dieron mi celular. Regresé corriendo a la puerta pero había perdido el avión por 7 minutos. El siguiente vuelo fue a las 6 a.m. de la mañana siguiente y eran casi las 9 p.m. Decidí quedarme y pasar la noche en el aeropuerto.

Tenía hambre y entré en un pequeño lugar de comida rápida. Me recibió una camarera con gran sonrisa y rostro amable. Le conté mi historia y cuando terminé vi a dos jóvenes de la edad de mi hijo mirándonos. Habían estado escuchando mi historia y notaba bondad en sus ojos. Esos ojos compasivos me dieron fuerza en el interior. No me ofrecían una cama para pasar la noche, ni siquiera una conversación, pero había algo en estos ojos que me daba aliento.

Seguí viendo esos mismos ojos compasivos en otros rostros durante esa noche. Ojos de otros viajeros varados como yo y ojos de personas sin hogar en el aeropuerto. Fue una experiencia para mi. Podría haber ido a un hotel, pero me alegro de no haberlo hecho porque a través de esta experiencia entré brevemente en el lugar de la vulnerabilidad. El lugar de la falta de vivienda donde permanecen muchos de los que viajan como refugiados e inmigrantes.

Y no por una noche, sino a veces por muchos años. Dios respondió a mi oración de tener un "buen viaje". Aprendí el valor de los ojos compasivos. Tal vez esto fue una preparación para la situación en la que estamos hoy con el coronavirus ... multitudes pensando que su "buen viaje" se ha trastocado. Que Dios nos dé Sus ojos compasivos y que los usemos para fortalecer a los que están en dificultades. (1 Corintios 13: 4-8).

-Pat, personal de campo de CBF entre el pueblo persa